Sin darnos cuenta, estamos tirando plata
Abono, Adubo, Компост, Κομπόστ, Composta, Compost…?
Ese costumbre, que se popularizaron en las orillas del Nilo, está pasando de moda mientras devolvemos una población cada vez más urbanizada, alejada del medio ambiente y nuestro pasado rural, poco dispuesta a ensuciarse las manos en el trabajo desagradable de salvar al planeta. Primero, un poco sobre el abono, para ellos que todavía no están recibiendo información suficiente de su ayuntamiento:
Nos recuerda Cómo Sembrar que hacer abono orgánico de comida sobrante es simplemente el próximo paso del proceso de reciclar materiales orgánicos, que se está repartiendo por todo el mundo. Aunque el papel se biodegrada con el tiempo, los reciclamos para que no desaprovechemos su estructura molecular, y de la misma forma el abono aprovecha de la energía que contiene la comida que no queremos o que no conseguimos comer, por devolverla a la tierra. Algunos preguntan:
“¿Por qué es este método distinto a dejar que desechos de comida se biodegraden naturalmente en un vertedero sanitario? Todo se filtrará con el tiempo a la tierra, ¿no?”
Incorrecto.
La disposición de desechos de comida en un vertedero sanitario hace que material orgánico se pudra en un proceso llamado metanogénesis, liberando metano a la atmósfera, un gas de efecto invernadero con 21 veces más potencial de calentamiento global que el dióxido de carbono. Compostar por casa o por barrio facilmente evita que pase este insulto desgracioso contra el medio ambiente.
Pero muchos preguntan por qué deberían prestar atención al compostaje, en malos tiempos de dificultades económicas. Es un punto justificado. El compostaje puede ser un trabajo sucio; manda que separes y sujetes los desechos desagradables que rechazaste en la mesa, y luego que lo des la vuelta regularmente para facilitar su putrefacción aeróbica. Un autor del diario Clarín de Argentina destaca que el compostaje, como las tareas domésticas, puede ser incorporado en un proyecto familiar, una manera de disfrazar una tarea que parece repugnante como un ejercicio de vinculación. También fortalece el mensaje de no perder oportunidades de reciclar por no separar nuestra basura. Menos desperdicios necesitan una recogida menos frecuente que al final ahorra dinero para el contribuyente, una situación envidiable para cualquier municipalidad.
Para mayor información sobre la metodología del compostaje, haz clic acá.
Bueno, está perfecto para las familias que viven en los pueblos y zonas rurales, pero este mantra del compostaje no tranquiliza a los activistas climáticas que viven en las ciudades, a quién, por los desafíos geográficos y logísticos de llevar una vida verde en la ciudad, a menudo se toma de punto como los chivos expiatorios de la cuestión climática. Sin embargo, un artículo en el Web tiene una solución, y recomienda ‘contenedores’ pequeños en el patio, que se encarga con guardar los desperdicios mientras que se pudren, previendo menos desperdicios de comida de un departamento muy pequeño con menos habitantes. Estos son fáciles de usar en un estrecho espacio y evitan que el dueño sujete material desagradable por proveer una manivela que ventila los residuos a dentro. Nosotros en la Fundación Biosfera usamos una torre de cajas de plástico, que se llena con comida sobrante del almuerzo (de la cual hay menos después de que llegué yo) que no se puede guardar, la cubre con una malla de plástico (para impedir los huevos de mosca) y la deja para que cree un abono que se vende para un buen rendimiento.
Mientras solicita y organiza cambios a gran escala en la industria, es importante que nos acordemos de las lecciones del Cumbre de la Tierra de 1992 en Río que fundó el principio de “actuar localmente, pensar globalmente”. La COP24 que empieza el 2do del próximo mes en Polonia, intentará de unir a 20.000 participantes de casi 200 países para evaluar y planear la implementación del Acuerdo de París. Este principio nos recuerda que cada uno debe actuar no solo de ciudadanos de nuestro propio vecindario, ciudad y país sino también del mundo, y ver nuestras acciones, por pequeñas que sean, como contribuciones a pequeña escala a un esfuerzo global hacia una Tierra más eficiente y más saludable.
Will Feakes